El temblor del amante nuevo y su nervio burlón, hacen de la vergüenza una belleza pasajera, y de ahí su dependencia. Ella no tiene capacidad para estrujarse, pero si se le concedió un don del que en necesidad acude, un poder dado en esencia: La trasparencia. Vergüenza: Empresa para casar reinos y permanecer en lágrimas de aceras, en trampolines de caramelo, en albas y en auroras, y a vivir en muñecos de cera. Hizo del estómago su casa y del semblante su jardín. Pero en su terquedad existe una noción resbaladiza y soleada; la del primer paso. Nunca la desvergüenza cató la mieles del rubor y es la avaricia de ésta quien deja sin hilos al títere del sentimiento.
Diseñador de estímulos.