El temblor del amante nuevo y su nervio burlón,
hacen de la vergüenza una belleza pasajera,
y de ahí su dependencia.
Ella no tiene capacidad para estrujarse, pero si se le concedió un don
del que en necesidad acude, un poder dado en esencia: La trasparencia.
Vergüenza: Empresa para casar reinos y permanecer en lágrimas de aceras,
en trampolines de caramelo, en albas y en auroras,
y a vivir en muñecos de cera.
Hizo del estómago su casa y del semblante su jardín.
Pero en su terquedad existe una noción resbaladiza y soleada;
la del primer paso.
Nunca la desvergüenza cató la mieles del rubor
y es la avaricia de ésta quien deja sin hilos al títere del sentimiento.