A la orilla del río de la agonía,
veía reflejado el sol de la tarde,
y, el agua se mecía a sí misma
con el permiso de la brisa.
Y caían rayos de luz
atravesando los pinares de mis miedos.
Entre tanto, el cuervo conversaba
con su pareja, dos ramas mas arriba.
Las hojas se dejan caer, porque,
Mamá tierra les tiene un cuento
preparado antes de irse a dormir.
Hay que seguir soñando…
Caminé un rato y me paré,
llegué a la conclusa incertidumbre
con la que un helecho,
mira a otro helecho.
El abedul, al final comprendió,
porque el sauce le respondía
con sus propias preguntas.
Hoy, mientras desayunaba
un tazón de desazón
y una rebanada de ilusión,
miré por la ventana, y pasaba una nube
que tenía escrito:
Sigue así.