Permea la noche los cuerpos
mostrándole a los huesos
el sabor de la dirección.
A veces como suaves plumas
otras
como el temblor del amante.
Moldeamos en la niebla
el asombro y su miedo
la duda del guerrero,
o la fragilidad del desconsuelo.
Pero abrázala fuerte, abrázala todos los días
que solo es un ramo de amapolas.