Ahora que siento el minuto
como costumbre,
y que no concibo
amanecer sin acertijos.
Ya no tengo retrato fijo
pues los silencios
son ahora gloria.
Siento en una silla a la esperanza
y me alejo dándole la espalda,
pues solamente su compás de mediocre
podría robarme el aliento de mis alas.
Ahora que conozco la eterna maravilla
podría morirme tranquilo de la risa
y al mirar atrás poder tenerme
la mas sanas de las envidias.
Pero me dice ven la suave lumbre
la de la mariposa en el estómago
la que hace que esto de la vida
sea un cruce y otro cruce.