Hay que salir a sentir el agua
cuando llueven los besos.
Y dejarse querer por el medio día
para que lleguen
los abrazos por la noche.
Estar dispuesto a que nos afecten los afectos
y que los defectos
pasten a su antojo.
Desear sin rodeos
y si hay que lamentarse,
que sea por cortesía de la locura
y en pos de la perdición.
Si esta noche nieva,
aprender de cómo se posan los copos.
Si a la mañana graniza
disfrutar de la carrera del granizo por llegar antes.
Yo, por si acaso,
estaré pendiente de la tormenta
y trataré de transcribir sus verdades.